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LA CONFESION DE FE DE LONDRES de 1644 

(please forgive the grammatical errors, they are being corrected)

Una confesion de fe de siete congregaciones (iglesias) de Cristo en Londres, que com?mente son llamadas en forma injustificada Anabaptistas. Esta publicaci? es para la reivindicaci? de la verdad e informaci? para los que desconocen la confesi?. Al mismo tiempo es para contestar las recriminaciones infundadas que frecuentemente nos hacen desde los p?pitos y en la literatura.

Impreso en Londres, en el a? de nuestro Se?r, 1646.

I.

EL SE?R nuestro Dios es un solo Dios, cuya existencia reside en s?mismo; cuya naturaleza no puede ser comprendida por nadie sino por ? mismo; quien es el ?ico que tiene inmortalidad, y mora en una luz a la que ning? hombre puede acercarse; quien es en s?sant?imo, en todos los aspectos infinito: en grandeza, sabidur?, poder y amor; es misericordioso y magn?imo, paciente y abunda adem? en amabilidad y en verdad; quien da la existencia, el vigor y la preservaci? de vida a todas sus criaturas.

1a Cor.8:6; Isa.44:6, 46:9; Exo.3:14; 1a Tim.6:16; Isa. 43:15; Sal.147:5; Deut.32:3; Job 36:5; Jer.10:12; Exo.34:6,7; Hech.17:28; Rom.11:36.

II

En el ser infinito y divino hay solamente el Padre, el Verbo y el Esp?itu Santo; cada uno tiene toda la esencia divina, pero la misma no est?dividida. Todos ellos son sin principio, y por eso componen un solo Dios; quien no debe ser dividido en su naturaleza o en su existencia, sino que debe ser conocido por sus varios atributos relativos.

1a Cor.1:3; Juan1:1, 15:26; Exo.3;14; 1a Cor.8:6.

III

Dios decret?en s?mismo, antes de que el mundo existiera, todas las cosas, sean cosas necesarias, accidentales o voluntarias, con todas las circunstancias de ellas, para producir, disponer y traer a la existencia todo seg? el consejo de su propia voluntad, y para su propia gloria; (pero sin ser el autor culpable del pecado) en lo cual es manifestada su sabidur? en la disposici? de todas las cosas, en que nunca cambia, y en su poder y constancia para lograr su decreto: Y Dios desde antes de la fundaci? del mundo, predestin?a algunos hombres a vida eterna, por medio de Jesucristo, para la alabanza y la gloria de su gracia; habiendo destinado y abandonado a los dem? en su pecado para su justa condenaci?, y para la alabanza de su justo veredicto.

Iza. 46:10; Efe.1:11; Rom.11:33; Sal.115:3, 135:6, 33:15; 1o Sam.10:9,26; Prov.21:6; Exo.21:13; Prov.16:33; Sal.144; Isa.45:7; Jer.14:22; Mat.6:28,30; Col.1:16,17; N?.23:19,20; Rom.3:4; Jer.10:10; Efe.1:4,5; Jud.4:6; Prov.16:4.

IV

En el principio Dios hizo todas las cosas muy buenas; cre?al hombre seg? su propia imagen, lleno con todas las perfecciones de su car?ter, y libre de todo pecado; pero el hombre no dur?mucho en este honor. Sat? us?la ingeniosidad de la serpiente para persuadir primero a Eva y luego por medio de ella sedujo tambi? a Ad?; quien sin ninguna coerci? de nadie, al comer el fruto prohibido, desobedeci?el mandamiento de Dios y cay?del estado en el cual fue creado. Por lo tanto, la muerte vino sobre toda su descendencia; quienes ahora son procreados en pecado, y por naturaleza son los hijos de la ira, los siervos del pecado, los s?ditos de la muerte, y sufren otras adversidades en este mundo, y esto para siempre a menos que el Se?r Jesucristo los libere.

G?.1:1; Col.1:16; Isa.45:12; 1a Cor.15:45,46; Ecl.7:29; G?.3:1,4,5; 2a Cor.11:3; 1a Tim.1:14; G?.3:22; Rom.5:12,18,19; 6:22; Efe.2:3.

V

Dios en su infinito poder y sabidur?, dispone todas las cosas para el fin al cual fueron creadas; que ni el bien ni el mal les sobreviene por la casualidad, o sin su providencia; y, sea lo que sea que sucede a los elegidos, es por su determinaci?, para su gloria y para el bien de ellos.

Job.38:11; Isa.46:10,11; Ecl.3:14; Mar.10:29,30.; Exo.21:13; Prov.16:33; Rom.8:28.

VI

Siendo que todos los elegidos son amados con un amor eterno, son, por lo tanto, redimidos, vivificados y salvados, pero no por ellos mismos, ni por sus propias obras, para que ninguno tenga de que jactarse; sino que son salvos sola y totalmente por Dios, de su gracia y misericordia, por medio de Jesucristo, quien es hecho por Dios, para nosotros, sabidur?, justicia, santificaci? y redenci?; y en todo esto el que se regocije puede regocijarse en el Se?r.

Jer.31:2; Efe.1:3,7; 2:8,9; 1a Tes.5:9; Hech.13:48; 2a Cor.5:21; Jer.9:23,24; 1a Cor.1:30,31; Jer.23:6.

VII

La vida eterna es conocerle a ?, el ?ico y verdadero Dios, y a Jesucristo quien ? ha mandado. Y por el otro lado, a quienes no conocen a Dios y no obedecen el evangelio de Jesucristo, ? les recompensar?con la venganza.

Juan 17:3; Heb.5:9; 2a Tes.1:8; Juan 6:36.

VIII

La regla del conocimiento, la fe, la obediencia, la adoraci? de Dios, en la cual est?escrito toda la obligaci? del hombre, no es la ley de los hombres, o sus tradiciones, sino la palabra de Dios contenida en las Sagradas Escrituras; en las cuales est?plenamente escrito todo lo que necesitamos saber, creer y practicar; ellas son la ?ica regla de santidad y obediencia para todos los santos, en todos los tiempos, en todos los lugares.

Col.2:23; Mat.15:6,9; Juan 5:39; 2a Tim.3:15-17; Isa.8:20; G?.1:8,9; Hech.3:22,23

IX

El Se?r Jesucristo, de quien Mois? y los profetas escribieron, quien fue predicado por los ap?toles, es el Hijo de Dios, la plenitud de su gloria etc., por quien ? ha hecho el mundo; quien sostiene y gobierna todas las cosas que ? ha creado; quien tambi?, cuando lleg?la plenitud del tiempo, fue hecho de una mujer, del tribu de Jud? de la semilla de Abraham y David; es decir, de la virgen Mar?, el Esp?itu llegando sobre ella, el poder del Alt?imo abrig?dole; y ? fue tentado como nosotros somos tentados, pero sin pecar.

G?.3:15; 22:18; 49:10; Dan.7:13; 9:24, etc.; Prov.8:23; Juan 1-3; Heb.1:8; G?.4:4; Heb.7:14; Apoc.5:5; G?.49:9,10; Rom.1:3; 9:10; Mat.1:16; Luc.3:23,26; Heb.2:16; Isa.53:3-5; Heb.4:15.

Jesucristo es hecho el intermediario de un pacto nuevo y perpetuo de Gracia, entre Dios y el hombre, siendo para siempre, de manera perfecta y plena, el profeta, sacerdote y rey de la Iglesia de Dios.

1a Tim.2:5; Heb.9:15; Juan 14:6; Isa.9:6,7.

XI

Fue designado por Dios desde la eternidad a este oficio; y en cuanto a su humanidad, desde la matriz fue llamado, separado e investido con todos los dones necesarios, Dios habi?dole dispersado sin medida su Esp?itu.

Prov.8:23; Isa.42:6; 49:15; 11:2-5; 61:1,2; Luc.4:17,22; Juan 1:14,26; 3:34.

XII

En cuanto a su oficio como intermediario, la Escritura nos manifiesta la llamada de Cristo a este oficio; porque nadie toma este honor para s? sino ? que es llamado de Dios, como lo fue Aaron, siendo este llamamiento una acci? de Dios, por la cual una promesa especial es hecha, ? ordena su Hijo a este oficio. Y esta promesa es que Cristo debiera ser hecho un sacrificio para el pecado; que ? ver?su semilla y prolongar?sus d?s, y la voluntad del Se?r prosperar?en su mano; todo esto siendo de la gracia absoluta y libre de Dios hacia los elegidos, y sin ninguna condici? prevista en ellos para poder conseguirla.

Heb.5:4-6; Isa.53:10,11; Juan 3:16; Rom.8:32.

XIII

En cuanto a este oficio de intermediario, es decir, el de ser profeta, sacerdote y rey de la Iglesia de Dios, este oficio es propio solamente de Cristo, que ni en parte, y mucho menos en su totalidad, puede ser transferido a otra persona.

1a Tim.2:5; Heb.7:24; Dan.7:14; Hech.4:12; Luc.1:33; Juan 14:6.

XIV

Este oficio al cual Cristo es llamado, es de tres aspectos: profeta, sacerdote y rey, y el hecho de que son tres es necesario: por causa de nuestra ignorancia necesitamos el de profeta; en cuanto a nuestro alejamiento de Dios, necesitamos su oficio de sacerdote para reconciliarnos con ?; y en cuanto a nuestra adversidad y inhabilidad para retornarnos a Dios, necesitamos su oficio de Rey para convencernos, subyugarnos, atraernos y preservarnos para su reino celestial.

Deut.18:5; Hech.3:22,23; Heb.3:1; 4:14,15; Sal.2:6; 2a Cor.5:20; Hech.26:18; Col.1:21; Juan 16:8; Sal.110:3; Cant.1:3; Juan 6:44; Fil.4:13; 2a Tim.4:18.

XV

Relativo a la profec? de Cristo, es por este oficio que ? ha revelado la voluntad de Dios, todo lo que es necesario que sus siervos deben saber y obedecer. Y por esto ? es llamado no tan s?o profeta y doctor, y el ap?tol de nuestra profesi?, y el ?gel del pacto, sino asimismo, la sabidur? de Dios, en quien est? escondidos todos los tesoros de sabidur? y ciencia, quien siempre sigue revelando la misma verdad del evangelio a su pueblo.

Juan 1:18; 12:49,50; 17:8; Deut.18:15; Mat.23:10; Heb.3:1; Mal.3:1; 1a Cor.1:24; Col.2:3.

XVI

Era imprescindible que ? fuera Dios y hombre para poder ser un profeta en todo sentido de la palabra, porque si no fuera Dios entonces no podr? comprender perfectamente la voluntad de Dios; y si no fuera hecho hombre, no hubiera podido desplegar la voluntad de Dios a los hombres en su propia persona.

Juan 1:18; Hech.3:22; Deut.18:15; Heb.1:1.

NOTA

Que Cristo es Dios est?expresado espl?didamente en las Escrituras:

Es llamado el Dios Todopoderoso (Isa.9:6).

Que el Verbo era Dios (Juan 1:1).

Cristo, quien es Dios que reina sobre todo (Rom.9:5).

Dios manifestado en la carne (1a Tim. 3:16).

Es el mismo Dios (1a Jn.5:20).

Es el primero (Apoc.1:8).

Da existencia a todas las cosas, y sin ? nada fue hecho (Jn.1:2).

Perdona el pecado (Mat.9:6).

Era antes de Abraham (Jn.8:58).

Era y es y para siempre ser?el mismo (Heb.13:8).

Siempre est?con los suyos hasta el fin del mundo (Mat.28:20).

Y todo esto no podr?decirse de Cristo si ? no fuera Dios. Y al hijo el padre ha dicho que su trono est?establecida para siempre jam? (Heb.1:8; Jn.1:18).

Cristo no es ?icamente perfecto Dios, sino tambi? perfecto hombre, hecho de mujer (G?.4:4):

Hecho de la semilla de David (Rom.1:3).

Vino de los lomos de David (Hch.2:30).

De Jes?y Jud?(Hch.13:23).

As?como los hijos eran participantes de carne y sangre, ? tambi? tom? parte con ellos (Heb.2:14).

No tom?la naturaleza de los ?geles, sino la semilla de Abraham (vs.16).

As?somos hueso de su hueso y carne de su carne (Efe.5:30).

Y ? que santifica y los que son santificados son uno (Heb.2:11; vea tambi? Hch.3:22; Deut.18:15; Heb.1:1).

XVII

 En cuanto a su sacerdocio, Cristo, habi?dose santificado, ha aparecido una sola vez para quitar el pecado, y por este hecho ha terminado de sufrir todas los ritos y sombras, etc., y ahora ha entrado atr? del velo, hasta en el Lugar Sant?imo, donde est?la presencia de Dios. Tambi? ha hecho de su pueblo una casa espiritual, un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de ?. Y el Padre no acepta otros adoradores m? que estos y Cristo no le ofrece otros.

Jn.17:19; Heb.5:7,8-10,12; Rom. 5:19; Efe.5:2; Col.1:20; Efe.2:14, etc.; Rom. 8:34; Heb.9:24; 8:1; 1a Ped.2:5; Jn.4:23,2.

XVIII

Este sacerdocio no era temporal ni tampoco legal, sino seg? el orden de Melquisedec; y es estable y perfecto, no solo por un tiempo, sino para siempre. Y le viene a Cristo como a uno que vive para siempre. Cristo fue a la vez, sacerdote, sacrificio y altar. Era el sacerdote de acuerdo con sus dos naturalezas. Era el sacrificio seg? su naturaleza humana, por eso este sacrificio est?atribuido a su cuerpo y sangre. Pero la efectividad de este sacrificio dependi?de su naturaleza divina y por eso es llamado la sangre de Dios. ? era el altar seg? su naturaleza divina, siendo del altar la santificaci? de todo lo que es sacrificado sobre ?, y por eso ten? que ser m? digno el altar que el sacrificio mismo.

Heb.7:16 etc.; 5:6; 10:10; 1a Ped.1:18,19; Col.1:20.22; Heb.9:13; Hch.20:28; Heb.9:14; 13:10,12,15; Mat.23:17; Jn.17:19.

XIX

En cuanto a su oficio real, Cristo, siendo resucitado de los muertos y ascendido al cielo, y teniendo todo el poder en el cielo y en la tierra, ha gobernado espiritualmente a su iglesia y ejerce poder sobre todos, ?geles y hombres, buenos y malos, para la preservaci? y la salvaci? de los elegidos, y superintiende y destruye sus enemigos. Por este poder real ha aplicado los beneficio, las virtudes y los frutos de su profec? y sacerdocio a sus elegidos, subordenando los pecados de ellos, preservando y empoder?doles en todos sus conflictos contra Satan?, contra el mundo y contra la carne. El guarda sus corazones en la fe y en el miedo filial por su Esp?itu. Por este, su gran poder, ha reinando sobre los vasos de deshonra, us?dolos, limit?dolos y restringi?dolos, como le parece bien a su sabidur? infinita.

1a Cor.15:4; 1a Ped.3:21,22; Mat.28:18,19; Luc.24:51; Hch.1:1; 5:30,31; Jn.19:36; Rom.14:9; Jn.5:26,27; Rom 5:6-8; 14:17; G?.5:22,23; Mar.1:27; Heb.1:14; Jn.16:15; Job 2:8; Rom.1:21 (9:17-18); Efe.4:17,18; 2a Ped.2.

XX

Este Reino ser?plenamente perfeccionado cuando ? venga la segunda vez con gloria para reinar entre sus santos; y para ser admirado de todos los que creen; cuando derribar?todo reino y autoridad y los pondr?bajo sus pies; para que la gloria del Padre pueda ser plena y perfectamente manifestada en su Hijo, y la gloria del Padre y del Hijo en todos sus miembros.

1 Cor. 15:24,28; Heb. 9:28; 2 Tes. 1:9, 10; 1 Tes. 4:15-17; Juan 17:21,26

XXI

Cristo Jes? por su muerte produjo la salvaci? y la reconciliaci? solamente para los elegidos; los cuales son aquellos quienes Dios el Padre le dio. El Evangelio que es predicado a todos los hombres como la base de la fe es, que Jes? es el Cristo, el Hijo del siempre bendito Dios, llen?de toda perfecci? de las celestiales excelencias espirituales; y que la salvaci? solamente y ?icamente puede ser obtenido por creer en su nombre.

Juan 15:13; Rom. 8:32-34; 5:11; 3:25; Job 17:2 con 6:37 Mat. 16:16; Lucas 2:26; Juan 6:9; 7:3; 20:31; 1 Juan 5:11

XXII

La fe es el don de Dios, producida en los corazones de los elegidos por el Esp?itu de Dios; por quien llegan a ver, conocer y creer la verdad de las Escrituras, y la excelencias de ellas por encima de toda otra escritura y las cosas del mundo, porque manifiestan la gloria de Dios en sus atributos, la excelencia de Cristo en su naturaleza y en sus oficios, y el poder de la plenitud del Esp?itu en sus obras y operaciones; y as?pueden descansar sus almas sobre la verdad que han cre?o.

Efe. 2:8; Juan 6:29; 4:10; Fil. 1:29; G?. 5:22; Juan 17:17; Heb. 4:11-12; Juan 6:63

XXIII

Los que tienen la fe producida en ellos por el Esp?itu, nunca pueden totalmente caerse; y aunque muchas tormentas e inundaciones les azotan, no pueden ser removidos de aquel cimiento y roca sobre el cual son establecidos; sino, m? bien ser? guardados por el poder de Dios para la salvaci?; donde gozar? de la posesi? que para ellos fue comprada, siendo sus nombres gravados en las palmas de las manos de Dios mismo.

Mat. 7:24, 25; Juan 13:1; 1a Ped. 1:4-6; Isa. 49:13-16

XXIV

Esta fe normalmente es engendrada por la predicaci? del Evangelio, la palabra de Cristo, sin respeto a ning? poder o capacidad del oyente quien est?totalmente pasivo y siendo muerto en delitos y transgresiones, cree y est? convertido por el mismo poder que levant?a Cristo de entre los muertos.

Rom. 10:17; 1 Cor. 1:21; Rom. 9:16; Rom. 2:1, 2; Eze. 16:6; Rom 3:12; Rom. 1:16; Efe. 1:19; Col 2:12

XXV

La presentaci? del Evangelio para la conversi? de los pecadores es absolutamente gratis, no requiere como algo necesario ninguna anticipada calidad o preparaci?. Los terrores de la Ley, o un ministerio de la Ley no es necesario, sino m? bien un alma desnuda, como pecador y sin Dios; para recibir a Cristo, como Cristo, como crucificado, muerto, sepultado y levantado, siendo hecho un Pr?cipe y Salvador para los pecadores.

Juan 3:14, 15; 1:12; Isa. 55:1; Juan 7:37; 1 Tim. 1:15; Rom. 4:5; 5:8; Hch. 5:30-31; 2:36; 1a Cor. 1:22-24

XXVI

El mismo poder que convierte a la fe en Cristo es el mismo poder que conlleva al alma por todas las responsabilidades, tentaciones, conflictos y sufrimientos. Todo que sea un Cristiano, lo es por Gracia y por la constante operaci? renovadora de Dios, sin la cual nunca podr? cumplir ninguna incumbencia a Dios o resistir ninguna tentaci? de Satan?, del mundo y del hombre.

1a Ped. 1:5; 2a Cor. 12:9; 1a Cor. 15:10; Fil. 2:12, 13; Juan 15:5; G?. 2:19-20

XXVII

Dios el Padre, y el Hijo y el Esp?itu, es uno con todos los creyentes, en su plenitud, en sus relaciones, como cabeza y miembros, como casa y habitantes, como marido y esposa, uno con ?, como la luz y el amor, y uno con ? en su herencia y en toda su gloria. Son hijos adoptados por Dios, y herederos de Cristo, coherederos con ? de la herencia de todas las promesas en esta vida en la que es por venir.

1a Tes. 1:1; Juan 14:10, 20; 17:21; Col. 2:9, 10; 1:19; Juan 1:17; 20:17; Heb. 2:11; Col. 1:18; Efe. 5:30; 2:22; 1? Cor. 3:16-17; Isa. 16:5; 2? Cor. 11:3; G?. 3:26; Juan 17:24

XXVIII

Los que son unidos con Cristo son justificados por la sangre de Cristo, de todos sus pecados, los del pasado, del presente y los que todav? est? por venir. Comprendemos que esta justificaci? es el perd? gratuita y libremente dado por Dios, de la culpabilidad de todo pecado. Y que viene por la satisfacci? que Cristo hizo con su muerte y aplic?al pecador por medio de la fe.

Juan 1:7; Heb 10:14; 9:26; 2? Cor. 5:19; Rom. 3:23; Hch. 13:38, 39; Rom. 5:1; 3:25, 30

XXIX

Todos los creyentes componen un pueblo santo y santificado. Su santificaci? es un don del Nuevo Pacto y del efecto del amor de Dios manifiesto al alma. Por este don el creyente est?separado en verdad y en realidad, tanto en su alma como en su cuerpo, de todo pecado y obras muertos, por la sangre del Pacto Eterno, por el cual obedece con perfecci? evang?ica y celestial a todos los mandamientos que Cristo, como Cabeza y Rey de este Nuevo Pacto, le ha impuesto.

1? Cor. 1:1; 1 Ped. 2:9; Efe. 1:4; 1a Juan 4:16; Efe. 4:24; Fil. 3:15; Mat. 28:20

XXX

Todos los creyentes, por el conocimiento de la vida que es dada por el Padre y que fue procedi?de la sangre de Cristo, tienen como un gran privilegio del Nuevo Pacto, paz con Dios y reconciliaci?. As?ellos que estaban fuera son incluidos dentro, por aquella sangre y tienen una paz que est?m? all?de toda comprensi?. S? y gozo en Dios por nuestro Se?r Jesucristo, por quien hemos percibido la propiciaci?.

2? Cor. 5:19; Isa. 54:10; 26:12; Efe. 2:13-14; Fil. 4:7; Rom. 5:10-11

XXXI

Todos los creyentes durante esta vida se encuentran en un guerra continua, oponi?dose al pecado, a s?mismo, al mundo y al Diablo y est? expuestos a toda clase de aflicciones, tribulaciones y persecuciones y as?estar? hasta que Cristo venga en su Reino, siendo as?predestinados. Todo lo que los santos gozan y posean de Dios durante esta vida, es por la fe ?icamente.

Efe. 6:10-13; 2? Cor. 10:3; Apoc. 2:9, 10

XXXII

El ?ico poder por el cu? sea posible para los santos enfrentar toda oposici? y resistir las aflicciones, tentaciones, persecuciones y pruebas, lo reciben de Jesucristo, quien es el Capit? de su salvaci?, siendo hecho perfecto por el sufrimiento y quien ha colocado su poder para ayudarles a ellos en todas sus aflicciones y para sostenerles bajo las tentaciones y para salvaguardarles por su Poder para su Reino Eterno.

Juan 16:33; Heb. 2:9, 10; Juan 15:5

XXXIII

Cristo tiene aqu?en la tierra un Reino espiritual, que es la Iglesia que ? ha adquirido y redimido para s? como una herencia particular. Esta Iglesia, como la vemos nosotros, es una compa?a de santos visibles, llamados y separados del mundo por la Palabra y el Esp?itu de Dios, para la profesi? visible de la fe en el Evangelio, siendo bautizados a la fe e incorporados al Se?r y unidos los unos con los otros, por un acuerdo mutuo, en la pr?tica de las Ordenanzas establecidas por Cristo su Cabeza y Rey.

1a Cor. 1:1; Efe. 1:1; Rom. 1:1; Hch 26:18; 1 Tes. 1:9; 2 Cor. 6:17; Apoc. 18:18; Hch. 2:37 con 10:37; Rom. 10:10; Hch. 2:42; 20:21; Mat. 18:19, 20; 1? Ped. 2:5

XXXIV

A esta Iglesia Cristo hizo sus promesas y a ella present?las se?les de su Pacto, su presencia, amor, bendici? y protecci?. Aqu?se encuentran todas las fuentes y manantiales de su Gracia celestial que continuamente fluyen. A la Iglesia deben todos los hombres venir, de toda clase, para confesar a Cristo como su Profeta, Sacerdote y Rey y para ser enrollados entre los siervos de la Casa, para estar bajo su gobierno, y para vivir dentro del redil, dentro del jard? regado, para tener aqu?comuni? con los santos, y para ser participantes de la herencia en el Reino de Dios.

Mat. 28:18-20; 2? Cor. 6:18; Isa. 8:16; 1 Tim. 3:15; 4:16; 6:3, 5; Hch. 2:41,47; Cant. 4:12; G?. 6:10; Efe. 2:19

XXXV

Todos los siervos de Cristo son llamados fuera para presentar sus cuerpos y almas y los dones que Dios les ha dado. As?presentados, se encuentran en su lugar debido, siendo entretejidos y compactados seg? el funcionamiento de cada quien, para la edificaci? de la Iglesia en amor.

1? Cor. 12:6, 7, 12, 18; Rom. 12:4-6; 1? Ped. 4:10; Efe. 4:16; Col. 2:5, 6, 19; 1? Cor. 12:12ss

XXXVI

A cada Iglesia Cristo da poder para su bienestar, para escoger para s?personas para los oficios de Pastor, Maestro, Anciano y di?ono, los cuales son los oficios designados por Cristo en su Palabra para la alimentaci?, gobernaci? y edificaci? de su Iglesia y no hay ning? otro oficio con autoridad.

Hch. 1:2; 6:3; 15:22, 25; 1? Cor. 16:3; Rom. 12:7, 8; 16:1; 1? Cor. 12:8, 28; 1? Tim. Cap. 3; Heb. 13:7; 1? Ped. 5:1-3

XXXVII

Los ministros antes mencionados, llamados por la Iglesia donde administran, deben continuar en su llamamiento, seg? la ordenanza de Dios y con diligencia alimentar el reba? de Cristo que les es encomendado, no por lucro, sino libremente.

Heb. 5:4; Hch. 4:23; 1? Tim. 4:14; Juan 10:3, 4; Hch. 20:28; Rom. 12:7, 8; Heb. 13:7, 17

XXXVIII

El sostenimiento de los oficiales arriba mencionados, debe ser libre y voluntario no por una ley impuesta a la Iglesia, seg? es establecido por Cristo, que los que predican el Evangelio deben vivir tambi? por ?.

1? Cor. 9:7,14; G?. 6:6; 1 Tes. 5:13; 1 Tim. 5:17-18; Fil. 4:15-16

XXXIX

El Bautismo es una ordenanza del Nuevo Testamento, establecido por Cristo, para ser administrado sobre personas que profesan fe, que son disc?ulos, quienes por su profesi? de fe deben ser bautizados y despu? participar en la Cena del Se?r.

Hch. 2:37, 38; 8:36-38; 18:8

XL

La manera de adjudicar esta ordenanza, seg? la Escritura, es por sumergir el cuerpo entero bajo el agua. Y siendo una se?l, tiene que corresponder con lo que significa, que es lo siguiente: primero, el lavamiento del alma entera en la sangre de Cristo; segundo, los beneficios comunicados al santo por la muerte, sepultura y resurrecci? de Cristo; tercero, una confirmaci? de la fe, que as?ciertamente como el cuerpo est?sepultado bajo el agua y se levanta otra vez, as?tambi? los cuerpos de los santos se levantar? por el poder de Cristo, en el d? de la resurrecci?, para reinar con Cristo.

Mat. 3:16; Juan 3:23; Hch. 8:38; Apoc. 1:5; 7:14; Heb. 10:22; Rom. 6:3-5; 1? Cor. 15:28, 29

XLI

Las personas designados por Cristo para administrar esta ordenanza, seg? la Escritura, son los disc?ulos que predican. En ning? lugar est? asociado con cierta iglesia, oficial o persona extraordinariamente establecida. La comisi? que incluye la administraci? de esta ordenanza, se da, sin ninguna otra consideraci? menos que sean disc?ulos.

Isa. 8:16; Mat. 28:16-19; Juan 4:1-2; Hch. 20:7; Mat. 26:26

XLII

Cristo tambi? ha dado a su Iglesia la autoridad de recibir y excomunicar a cualquier miembro, y este poder es dado a cada congregaci? y no a una persona en particular, sea miembro u oficial, sino a la totalidad de la Iglesia.

Hch. 2:47; Rom. 16:2; Mat. 18:17; 1? Cor. 5:4; 2? Cor. 2:6-8

XLIII

Cada miembro en particular de la Iglesia por tan grande o conocedor que sea, debe ser sujeto a la censura y el juicio de Cristo. Y la Iglesia debe con gran cuidado y caridad moverse contra uno de sus miembros.

Mat. 18:16-18; Hch. 11:2. 3; 1? Tim. 5:19-21

XLIV

Cristo, para guardar su Iglesia en comuni? santa y ordenada, coloca a ciertos varones sobre la Iglesia, quienes por su oficio, deben gobernar, sobrellevar, visitar, y cuidar. En manera semejante, para el mejor cuidado de todas las iglesias, Cristo da la los miembros la autoridad y la responsabilidad de cuidar unos a otros.

Hch. 20:27, 28; Heb. 13:17, 24; Mat. 24:25; 1 Tes. 5:14; Mar. 13:34, 37; G?. 6:1; 1 Tes. 5:11; Judas 3, 20; Heb. 10:34-35; 12:15

XLV

A los que Dios a dado dones, estos siendo probados por la Iglesia, pueden y deben por la ordenanza de la congregaci?, profetizar, seg? la proporci? de la fe y ense?r p?licamente la Palabra de Dios, para la edificaci?, exhortaci? y consuelo de la Iglesia.

1 Cor. 14 ; Rom. 12:6; 1? Ped. 4:10-11; 1 Cor. 12:7; 1 Tes. 5:17-19

XLVI

Siendo correctamente unida, establecida y siguiendo en la comuni? cristiana y la obediencia al Evangelio de Cristo, nadie debe separarse de la Iglesia porque en ella hay faltas o corrupciones. Estas cosas pasan porque consiste de hombres sujetos a fallar, a tener disensiones, a? en las Iglesias verdaderamente constituidas. Al contrario, deben buscar la correcci? de las cosas.

Apoc. 2 y 3 ; Hch. 15:12; 1? Cor. 1:10; Efe. 2:16; 3:15-16; Heb. 10:25; Judas 15; Mat. 18:17; 1? Cor. 5:4, 5

XLVII

Aunque cada congregaci? sea distinta, y hay muchos cuerpos independientes, y cada Iglesia es compacta y como una ciudad en s?misma, todas las Iglesias deben andar por la misma regla, y por todos los medios beneficiosos compartir consejos y ayuda en los asuntos de la Iglesia, como miembros de un so cuerpo con una fe com? bajo Cristo su ?ica cabeza.

1 Cor. 4:17; 14:33, 36; 16:1; Mat. 28:20; 1? Tim.3:15; 6:13-14; Apoc. 22:18-19; Col. 2:6,19; 4:16

XLVIII

La autoridad civil es una ordenanza de Dios, establecida por Dios para castigar a los malhechores y para recompensar a los que hacen el bien. Cuando hace las cosas legalmente, uno debe someterse a ella en el Se?r. Debemos hacer oraciones y suplicas por los reyes y por todos los que est? en autoridad, para que bajo ellos podamos vivir una vida calmada y pacifica, con piedad y honestidad.

Rom. 13:1-4; 1 Ped. 2:13, 14; 1? Tim. 2:2

XLIX

Creemos que la autoridad suprema de este reino son el Rey y el Parlamento escogido por el reino, y que estamos obligados a someternos a todas las leyes civiles que ellos han hecho y ordenado. Debemos defender a la autoridad y a todas la leyes civiles hechas por ella, con nuestra persona y nuestro patrimonio, aunque fu?amos a sufrir, por raz? de conciencia, por no someternos a sus leyes eclesi?ticas con las cuales no estamos de acuerdo.

L

Si Dios nos conceda una misericordia, la de cambiar los corazones de las autoridades, para que nos protejan de la opresi?, maldad, molestia y las heridas, que por mucho tiempo sufr?mos bajo la tiran? y opresi? de la hierarqu? prelatical. Ahora Dios por su misericordia ha hecho este presente Rey y el Parlamento maravillosamente honrados, como instrumentos en su mano, y hemos tenido un tiempo para respirar. Y esto es m? all?de nuestras esperanzas y consideramos que debemos bendecir a Dios para siempre por esto.

1? Tim. 1:2-4; Sal. 126:1; Hch. 9:31

LI

Y aunque las cosas cambien, nosotros debemos proceder en comuni? cristiana, no dejando nuestra pr?tica, sino andando en obediencia a Cristo, en la profesi? y propagaci? de la fe arriba mencionada, a? en medio de pruebas y aflicciones, no contando nuestros bienes, tierras, esposas, hijos, padres, hermanos y hasta nuestras vidas como de m? valor, para que podamos terminar nuestro curso con gozo, acord?donos siempre que debemos obedecer a Dios en vez que al hombre. Bas?donos en el mandamiento, comisi? y la promesa de nuestro Se?r y Maestro Jesucristo, quien tiene poder en el cielo y en la tierra, quien tambi? prometi?que si guardamos sus mandamientos que ? nos dio, ? estar?con nosotros hasta el fin del mundo, y cuando hayamos terminado nuestro curso y habiendo guardado la fe, nos dar?una corona de justicia que ha sido guardada para todos los que aman su manifestaci?, y a quien tenemos que explicar la raz? de nuestras acciones, porque no hay hombre que nos las puede perdonar.

Hch. 2:40,41; 4:19; 5:28,29,41; 20:23; 1? Tes. 3:3; Fil. 1:27-29; Dan. 3:16,17; 6:7, 10, 22, 23; Mat. 28:18-20; 1? Tim. 6:13-15; Rom. 12:1.8; 1? Cor. 14:37; 2? Tim. 4:7,8; Apoc. 2:10; G? 2:4,5

LII

Se debe pagar a todo hombre todo lo que le debe, sea honor, conducta o impuestos. Nuestras posesiones, bienes y cuerpos deben ser sometidos al poder civil en el Se?r. Este debe ser reconocido, reverenciado y obedecido con piedad. No solo porque nos puede castigar, sino por el bien de nuestra consciencia. Y finalmente, cada hombre debe ser honrado y considerado como es apropiado, por raz? de su edad, estado social y condici?.

Rom. 13:5-7; Mat. 22:21; Tito 3; 1? Ped. 3:13; 5:5; Efe. 5:21, 22; 6:1, 9

LIII 

Deseamos dar a Dios lo que es de ?, y al gobierno lo que es del gobierno, y a todo hombre lo que le pertenece, tratando de mantener limpia la consciencia, sin ofender a Dios o al hombre. Y si tomar lo que profesamos como herej?, nosotros adoramos el Dios de nuestros Padres, creyendo todas las cosas que son escritas en la Ley y en los Profetas y Ap?toles, Aguardan nuestras almas rehuir de toda herej? y opini? que no es de Cristo, qued?donos consistentes, inmovibles, siempre abundando en la obras del Se?r, sabiendo que nuestra ocupaci? no es vana en el Se?r.

Mat. 22:21; Hch. 24:14-16; Juan 5:28; 2? Cor. 4:17; 1? Tim. 6:3-5; 1? Cor. 15:58, 59

CONCLUSION

Queremos dar a Cristo lo que es de ? y a toda la autoridad legal lo que le merece, y no deber nada a nadie menos el amor; vivir en tranquilidad y pac?icamente, como es digno de un santo, esforz?donos en todo a mantener una buena consciencia; y responder a todo hombre como queremos ser tambi? respondidos. Nuestra pr?tica comprueba que somos un pueblo inofensiva, tranquila (no presentamos peligro y causamos molestias a la sociedad humana). Laboramos y trabajamos con nuestras manos, para que nadie nos acuse, sino que damos a ? que tiene necesidad, tanto a enemigos como a amigos, tomando en cuenta que es mejor dar que recibir. Reconocemos que solo sabemos en parte, y que desconocemos muchas cosas que quisi?amos y buscamos conocer, y si alguien no nos comprende, debemos dar las gracias a Dios y a ellos. Pero si alguno nos requiere cualquier cosa no mandada por nuestro Se?r Jesucristo, debemos mejor soportar reproches y torturas de los hombres, y perder las comodidades f?icas, y si es menester, morir mil veces, que hacer cualquier cosa que va contra nuestra propia consciencia. Y si alguien llama herej? a lo que hemos dicho, entonces con el Ap?tol reconocemos que seg? lo que llamen herej?, adoramos al Dios de nuestros Padres, desechando toda verdadera herej?, porque est?en contra de Cristo, y quedamos firmes, inmovibles, siempre abundando en obediencia a Cristo, sabiendo que nuestro labor no ser?vano en el Se?r.

1 Cor. 1:24; Sal. 74:21, 22

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